La verticalidad del zapato o el zapato como pedestal.

Sobre el fetichismo del zapato se podría escribir mucho. Pero es esa elevación de “lo vestido” lo que aquí me interesa. El concepto de “desnudo” ha tenido un significado  durante mucho tiempo en nuestra cultura occidental de “despojado”. Mostrando una fragilidad: sentirse desnudo ante el mundo revelaba tu vulnerabilidad y tu intimidad (1). El zapato tiene esa lectura de protección del pie, de reforzar nuestra base. Esta es la parte que me interesa y  en la que me voy a centrar en un sentido de la imágen estético-simbólica y la representación de tal objeto. El zapato como pedestal encarna la tensión entre lo que somos y cómo avanzamos. La verticalidad no es sólo estar de pie, sino caminar con sentido, sobre bases que nos sostienen con reafirmación. No estamos fijos como estatuas. Nos elevamos mientras avanzamos. Nuestro pedestal no es inmóvil, sino que nos “sujeta en tránsito”.

La verticalidad del zapato.

Para abordar esta idea necesito hablar  primero de lo que sería “la verticalidad del zapato”.

En términos filosóficos  la “verticalidad” se ha utilizado para representar conceptos como:

  • La elevación espiritual o moral.

  • La integridad y la rectitud.

  • La conexión entre lo terrenal (horizontal) y lo trascendente (vertical).

  • El estar de pie, el ser humano erguido como símbolo de conciencia.

El zapato, por su parte, puede representar :

  • La relación con el suelo, con la tierra, con lo concreto.

  • El caminar, el camino, el viaje.

  • La protección y el límite entre el cuerpo con el suelo y el mundo tangible.

  • La herramienta del paso, del tránsito.

El zapato —instrumento de lo bajo, de la tierra— se vuelve vertical cuando el ser humano se erige en dignidad. No es simplemente un objeto funcional, sino parte del gesto humano de elevarse. Es parte de la postura de estar de pie ante el mundo.

Desde un punto de vista sobre “la estética de la postura”, La verticalidad remite inicialmente  a la “rectitud moral”, y el zapato, a la forma en que avanzamos. Así, podría interpretarse como: ”Caminar con verticalidad” = caminar con integridad. Por lo que podríamos entender  que  “La verticalidad del zapato es el símbolo del caminar erguido, del paso firme en la vida, de la forma en que nuestra existencia toca el suelo sin perder el cielo de vista.”

El zapato, en su función más inmediata, sería  el “límite entre el cuerpo y el suelo”. Marcaría el punto donde lo humano toca la tierra. Pero cuando introducimos la idea de verticalidad, el zapato dejaría  de ser un mero soporte y pasaría  a ser un “vector”: aquello que “inicia la elevación”. La verticalidad implica trascendencia, el impulso de salir de la horizontalidad del mundo animal. El zapato, entonces, no solo protege el pie: “eleva al ser”, lo endereza frente al horizonte.

El zapato como pedestal: un cuerpo erguido sobre su tránsito.

Un pedestal, tradicionalmente, es aquello que sostiene una estatua. No tiene valor por sí mismo, sino por lo que permite ver, por lo que eleva. Pero el zapato, se ajusta al cuerpo , es un pedestal dinámico, “camina con nosotros”. > El zapato es un pedestal en movimiento. (2)

El pedestal clásico expone: pone algo en vista, lo muestra.  El zapato hace lo mismo, pero integrado con nosotros. Esto podría leerse como una metáfora de  autoafirmación o incluso de vanidad, pero también como una expresión de “dignidad”: ponerse de pie, calzarse, es una forma de ocupar el espacio vertical del mundo con conciencia.

  Si pensamos el zapato como un pedestal, entramos en otra dimensión: el pedestal es lo que “sostiene lo digno de ser mostrado”, lo que “otorga valor” por la simple acción de elevar.

Así, el cuerpo calzado adquiere un carácter de  “escultura en movimiento”, una especie de obra que se desplaza sobre su propio pedestal. (He de hacer un apunte sobre esto último. Esta idea de elevación del zapato tiene una connotación simbólico-estética y no existencial. Al mencionar “escultura en movimiento” quizás cobre un sentido de obra de arte de la cuál , a mi parecer, carece el objeto cotidiano en sí mismo. Y que, al final, formaría parte del ser humano que se mueve por su propia voluntad. Por lo que no podríamos entenderlo como esculturas en movimiento, en todo caso podría darse “el proceso de una obra en movimiento” o como “elemento de una obra”).

Verticalidad como ética de la presencia.

Llegados a este punto, he tomado a Paul Valéry como referente para abordar  la idea de  “verticalidad del zapato como pedestal”, porque en su poética el cuerpo, el gesto y el pensamiento están en una relación de equilibrio, de ”tensión entre lo físico y lo ideal”. (3)

El pedestal ya no está bajo una figura inmóvil: se desplaza, ensaya, se corrige.

Para Valéry por ejemplo, cada paso sería  un “acto de escultura temporal”: el cuerpo modela su propia posición en el espacio como un artista trabaja la materia.

 La verticalidad del zapato-pedestal implica que la forma en que caminamos es una forma de estar en el mundo. Si el pedestal nos da altura, el zapato nos da dirección.  Y si caminamos sin conciencia del pedestal, podemos perdernos en la inercia o en la apariencia.

De esto podríamos concluir que el zapato como pedestal encarna la tensión entre lo que somos y cómo avanzamos. La verticalidad no es sólo estar de pie, sino caminar con sentido, sobre bases que nos sostienen. Y en esta idea surge también la noción de arquitectura. 

En la unión entre la verticalidad y el pedestal hay algo especialmente valeryano: la gracia. La gracia no es la ausencia de esfuerzo, sino la “perfecta gestión del esfuerzo invisible”.

El zapato, entonces, simboliza esa mediación: entre lo terrestre y lo aéreo, entre el peso y la forma. Caminar, en este sentido, es un arte del pensamiento: el pensamiento que se sostiene, que avanza sobre su propio pedestal efímero. En Valéry, la inteligencia del cuerpo (la danza, el paso, la postura) es pensamiento encarnado. 

Si para nosotros el zapato, en ese sentido, no es un simple accesorio, sino un “instrumento de medida del mundo”: delimita la relación entre el cuerpo y el suelo, entre el movimiento y la gravedad. Su verticalidad es un acto de cálculo: el cuerpo busca, con cada paso, el equilibrio entre caída y elevación. Así, “el zapato es la punta del compás que da equilibrio al humano vestido”.

El zapato es el pedestal del instante, la base móvil de la forma humana. En su verticalidad se ejerce la gracia: la inteligencia del cuerpo que se eleva sin olvidar el suelo.


Nota: En mi próxima carta, después de pensar el zapato como verticalidad y pedestal, me “descalzaré” para abordar la “reconciliación con lo horizontal”, el retorno a lo elemental. 


(1).Como observa Giorgio Agamben en Desnudez (2009), nuestra cultura ha construido una distancia simbólica entre lo natural y lo vestido, entre lo desnudo y lo sobrenatural. En ese gesto, el cuerpo expuesto deja de ser pura materia para convertirse en signo: una manifestación de fragilidad, de vulnerabilidad frente al mundo. Desvestirse, entonces, no es simplemente quitar una prenda, sino despojarse de una forma de protección, revelar el umbral entre lo íntimo y lo visible. En ese mismo límite podría situarse el zapato. Si la desnudez revela la fragilidad del cuerpo, el calzarse la afirma. El zapato, al cubrir el pie, no oculta tanto como sostiene; no niega la exposición, sino que la estructura. Allí donde el pie desnudo toca la tierra, el zapato introduce una mediación: una manera de estar en el mundo sin renunciar al suelo que nos sostiene.

Agamben, Giorgio. Desnudez. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2009.
———. Nudities. Stanford, CA: Stanford University Press, 2011.

(2). Tanto Dant (1996) como Baudrillard (1968) ofrecen herramientas para pensar el zapato como objeto fetichizado: no solo funcional, sino cargado de signo y valor simbólico que excede su utilidad, funcionando como un pedestal simbólico.

Dant, T. (1996). Fetishism and the social value of objects. Sociology, 30(2), 303‑321. https://doi.org/10.1111/j.1467-954X.1996.tb00434.x

Baudrillard, J. (1968). The System of Objects. London: Verso.

(3). Este libro recoge diversos ensayos de Valéry que permiten explorar conceptos de forma estética, ritmo, gracia, cuerpo y la relación entre lo práctico y lo artístico.

Valéry, Paul. Teoría poética y estética. Edición española, Madrid: Visor, 2006.


Previous
Previous

The Verticality of the Shoe or the Shoe as Pedestal. (EN)